lunes, 29 de abril de 2019

On the road | de Cuajimalpa al mar


Pocas analogías representan la experiencia humana como la del viaje. Podría decirse que desde aquella antiquísima vibración que dio origen al universo, estamos viajando a través de las formas de la energía, encarnando y desencarnando, encontrándonos y alejándonos en una pecera inconmensurable. Nada es verdaderamente extraño ni desconocido -podría decirse bajo esa mirada- pero no fue eso lo que sentí cuando mis hermanos mayores nos llevaron de Cuajimalpa hasta el mar de Acapulco en carro, por  las autopistas serpenteantes que se  elevan entre las montañas de México -que de tan verdes y escarpadas parecen un santuario para dragones- hasta que atraviesas las nubes en un trazo veloz.

Mucho asombro, tanta novedad, otro clima... Los mexicanos conservaron sus nombres, a diferencia de nosotros. Al menos esa dignidad tuvieron, a diferencia de nosotros. Nombres de ciudades que no podía pronunciar a la primera, nombres larguísimos, enigmáticos, divertidos, de trabalengua, que iba anotando en una libreta cada vez que aparecían en las señalizaciones. 

Sé que para llegar de Cuajimalpa hasta Acapulco en carro, pasarás por Chilpancingo donde habrá una protesta por unos derechos, por unos muertos tan parecidos a los nuestros, signados por la injusticia. Observas una vez más que esto es un lugar común, igual que la impunidad. La furia de los mexicanos es la misma, la antigua furia de quien ha sido pisoteado sin derecho a oponerse. La furia es un lugar común. 

Y será la primera vez que tus sobrinos verán en persona una protesta, y los adultos omitiremos toda información respecto a los muertos. Tus sobrinos sabrán que les ocultan información, pero no es secreto para ellos a su tierna edad que hay oscuridad en la vida, comprenden, y con esa espontaneidad tan sublime que caracteriza a los niños, cambiarán de tema, pedirán una galleta que estará en la ordenada bolsita de las meriendas. Una galleta de chocolate posee ignorado poder. Todos reiremos en el carro mientras Chilpancingo queda atrás con sus muertos, y sus dolientes. Dentro de poco dejarán de mencionarlos, el polvillo los cubrirá como los cubrió la parca. Me sorprendo de la rapidez con que nos reponemos de la visión de la protesta. Todo tan nuevo, y tan parecido...  las formas de la energía. Llevas puesto un collar tejido por tu amiga Erika, que conociste al fin, después de años, en el D.F. Los colores del collar brillan y alargan tu cuello, te sientes elegante, eres un cisne.

Hay que pasar por muchas franquicias de estaciones de servicio, pero habrá una en la que verás un grupo de  motorizados ya retomando su viaje, y añorarás la sensación de velocidad, una máquina diseñada y reluciente, esa adrenalina que solamente viene del autocontrol mientras haces algo que te puede matar; también el aroma del restaurante justo al lado te hará perder interés en lo que estás comprando. Irás a curiosear cerca por la parte de atrás de la cocina y descubrirás que todo muy pulcro, volverás a asombrarte de semejante aroma saliendo de un lugar tan ordenado. El alma de un guiso, su olor, flotando entre paredes blancas y mesones de acero, como si el fantasma de la última comida merodease aún, estando la cocina cerrada. 

Después volverás al carro y seguirás coleccionando cada instante con tus sobrinos, tus hermanos, tu madre, recordarás lo que es un almuerzo familiar, un abrazo. Recordarás, volverás a pasar por el corazón,  para tener memoria. Seguirás observando con agradecimiento el ascenso y descenso de las montañas que dejarán ver el océano, pensando que parecen salidas de la mismísima vibración inicial que dio origen a todo, sabiendo que la imagen de ese santuario se quedará contigo para siempre. Pensarás que las formas de la energía son infinitas, y que debes viajar para reconocerlas dentro de ti. De regreso harás una parada en Cuernavaca, abrazarás a esa vieja amiga de tu mamá que te hablará de la vida como una tía consejera, te servirá el mejor picante que has probado jamás, coronando un plato que abruma por su delicia, y un tequila serio, verdadero, reposado, que te aturdirá lo suficiente para ir dormida en el viaje de regreso al D.F. 


Nota: Esta entrada es más bien una asignación para un curso que estoy haciendo. Se entra a esta web, se toma la propuesta de la semana, se escribe. Los invito.