Pocas
analogías representan la experiencia humana como la del viaje.
Podría decirse que desde aquella antiquísima vibración que dio
origen al universo, estamos viajando a través de las formas de la
energía, encarnando y desencarnando, encontrándonos y alejándonos
en una pecera inconmensurable. Nada es verdaderamente
extraño ni desconocido -podría decirse bajo esa mirada-
pero no fue eso lo que sentí cuando mis hermanos mayores nos
llevaron de Cuajimalpa hasta el mar de Acapulco en carro, por
las autopistas serpenteantes que se elevan entre las montañas
de México -que de tan verdes y escarpadas parecen un santuario para dragones- hasta que atraviesas las nubes en un trazo veloz.
Mucho asombro, tanta
novedad, otro clima... Los mexicanos conservaron sus nombres, a
diferencia de nosotros. Al menos esa dignidad tuvieron, a diferencia de nosotros. Nombres de ciudades que no podía pronunciar
a la primera, nombres larguísimos, enigmáticos, divertidos, de
trabalengua, que iba anotando en una libreta cada vez que aparecían
en las señalizaciones.
Sé que para llegar de Cuajimalpa hasta
Acapulco en carro, pasarás por Chilpancingo donde habrá una
protesta por unos derechos, por unos muertos tan parecidos a los
nuestros, signados por la injusticia. Observas una vez más que esto es un lugar común, igual que la impunidad. La furia de los mexicanos es la misma, la antigua furia de quien ha sido pisoteado sin derecho a oponerse. La furia es un lugar común.
Y será la primera vez que tus sobrinos verán en persona una protesta, y los adultos
omitiremos toda información respecto a los muertos. Tus sobrinos sabrán que les ocultan información, pero no es secreto para ellos a su tierna edad que hay oscuridad en la vida, comprenden, y con esa espontaneidad tan
sublime que caracteriza a los niños, cambiarán de tema, pedirán una
galleta que estará en la ordenada bolsita de las
meriendas. Una galleta de chocolate posee ignorado poder. Todos reiremos en el carro mientras Chilpancingo queda
atrás con sus muertos, y sus dolientes. Dentro de poco dejarán de mencionarlos, el polvillo los cubrirá como los cubrió la parca. Me sorprendo de la rapidez con que nos reponemos de la visión de la protesta. Todo tan nuevo, y tan parecido... las formas de la
energía. Llevas puesto un collar tejido por tu amiga Erika, que
conociste al fin, después de años, en el D.F. Los colores del
collar brillan y alargan tu cuello, te sientes elegante, eres un
cisne.
Hay
que pasar por muchas franquicias de estaciones de servicio, pero
habrá una en la que verás un grupo de motorizados ya
retomando su viaje, y añorarás la sensación de velocidad, una máquina diseñada y reluciente, esa adrenalina que solamente viene del autocontrol mientras haces algo que te puede matar; también el aroma del restaurante justo al
lado te hará perder interés en lo que estás comprando. Irás a
curiosear cerca por la parte de atrás de la cocina y descubrirás
que todo muy pulcro, volverás a asombrarte de semejante aroma saliendo
de un lugar tan ordenado. El alma de un guiso, su olor, flotando
entre paredes blancas y mesones de acero, como si el fantasma de la
última comida merodease aún, estando la cocina cerrada.
Después
volverás al carro y seguirás coleccionando cada instante con tus sobrinos, tus hermanos, tu madre, recordarás lo que es un almuerzo
familiar, un abrazo. Recordarás, volverás a pasar por el corazón, para tener memoria. Seguirás observando con agradecimiento el
ascenso y descenso de las montañas que dejarán ver el océano, pensando que parecen salidas de la mismísima vibración inicial que dio origen a todo, sabiendo que la imagen de ese santuario se
quedará contigo para siempre. Pensarás que las formas de la energía
son infinitas, y que debes viajar para reconocerlas dentro de ti. De regreso harás una parada en Cuernavaca, abrazarás a esa
vieja amiga de tu mamá que te hablará de la vida como una tía consejera, te servirá el mejor picante que has
probado jamás, coronando un plato que abruma por su delicia, y un tequila serio, verdadero, reposado, que te aturdirá lo suficiente para ir dormida en el viaje de regreso al D.F.
Nota:
Esta entrada es más bien una asignación para un curso que estoy
haciendo. Se entra a esta web,
se toma la propuesta de la semana, se escribe. Los invito.